Hace unas cuantas décadas, la confianza se forjaba con el conocimiento interpersonal. Conocías a la familia, dónde vivía, cómo solía actuar…y por ello se confiaba en una persona.
Actualmente damos dinero a personas totalmente desconocidas para que a cambio nos den unos bienes. En el supermercado damos por hecho que la persona que nos cobra va a cobrar justo el dinero que debe hacer y nos va a dar a cambio los bienes que estamos deseando adquirir. ¿Cómo hemos llegado a ese nivel de confianza?
¿Por qué no volver a confiar como lo hacían nuestros abuelos? Confiemos solo en los conocidos, pero ahora con internet los conocidos son muchos más.
En ese caso, la confianza la genera la marca que hay detrás de la persona. Esta confianza en las empresas no es espontánea, ha sido construida con grandes esfuerzos: Tenemos decenas de leyes que regulan esta transacción, existen organismos que regulan las diferentes partes del proceso, hay cámaras de seguridad que comprueban que los usuarios no se estén llevando productos sin pagarlos, en cada caja de pago hay luces ultravioleta para verificar que los billetes sean verdaderos. No es una confianza natural, es una confianza regulada.
Pero “gracias” a las estafas, colusiones, malos productos…se ha perdido la confianza en las grandes marcas y muchas veces se controla lo que antes se daba por hecho; miras el cambio que sea correcto o miras el estado de determinados alimentos. Un ejemplo claro de esta pérdida de confianza en las grandes empresas es las compañías de teléfonos, ¿quién no ha pasado horas al teléfono intentando que le devuelvan una factura mal cobrada o un error que han cobrado de más (nunca cobran menos)?
Esto ha favorecido que volvamos a confiar en las personas. Es mucho más sencillo saber cómo va a actuar esa persona de la que sabes cómo suele actuar que de una gran empresa que busca el lucro en la transacción. Es obvio que comprar fruta en un supermercado o en la frutería del pueblo es diferente, normalmente la frutería más cara. Pero lo que te va a dar la persona que vende en la frutería es confianza de saber que vende bien. Empezamos a ir a tiendas que no íbamos por recomendación “Que fruta tan buena tienen en esa frutería” pero si la primera vez nos la da mala ya no volvemos.
Así de sencilla es la confianza, saber cómo actúan anteriormente para ver si puedes volver a confiar en esa persona. La economía colaborativa “utiliza” ese conocimiento de actuaciones anteriores para poder decidir sobre una persona u otra. Por ejemplo, cuando vas a elegir un coche para viajas en carsharing o una casa para alojarte, miras el perfil de la persona que hay detrás. Valoraciones de personas que tú no conoces pero que al estar en la misma comunidad que tú, ves que puedes confiar.
“Confiamos porque somos precavidos” Epíceto
Como dijo Epíceto “Confiamos porque somos precavidos” y por ello antes de dar el paso de confiar, nos informamos si tiene sentido esa confianza que vamos a depositar en alguien. La economía colaborativa nos aporta los medios para que esa confianza se realice de manera mucho más sencilla, gracias a las plataformas de consumo colaborativo conseguimos saber si una persona es de fiar. ¿Por qué no volver a confiar como lo hacían nuestros abuelos? Confiemos solo en los conocidos, pero ahora con internet los conocidos son muchos más.